
Puede que Ana Rivas este pérdida o herida, puede que algo muy malo le haya pasado.
_ ven que te llevo a tu casa.
_ No Martín, yo no me pienso ir hasta que me expliques quien te dijo esas cosas tan malas sobre mí.
_Ana, sólo dime que no son ciertas y todo quedará como antes.
_Es que no imagino que puedas dudar de mí. No entiendo como puedes creer eso.
Ana salió de la habitación reventando la puerta en su propio marco. Martín sólo la miró partir. Él estaba completamente decidido a terminar con la relación que llevaban desde hacía más de cuatro años, donde se separaron y se volvieron a unir en distintas oportunidades. Sin embargo él sabía desde el fondo, que aquella ocasión seria la última vez que la vería.
Se habían conocido en un concurrido bar de Miraflores, cuando un sujeto algo ebrio pretendió acercarse a Ana y sobrepasarse con ella, fue entonces que Martín saltó como un tigre asestando a su presa, y terminó con la intención del sujeto con sólo un golpe certero en la cara.
Lo demás fue sólo una suerte de tragos y tiempo. La diferencia de sus edades resultó sin importancia, los veinte años de Ana no tenían nada que ver con los treinta y nueve de Martín; y nada los unía más que sus profundas ganas de odiar la vida, odiar al mundo, y quizás odiarse entre ellos al mismo tiempo en que se iban queriendo.
Esa noche Martín había recibido la llamada anónima de una voz femenina, que anunciaba con funesta decisión la infidelidad de Ana. El orgullo que acostumbra esos momentos hizo que él la recibiera con la mirada fría. En el fondo, sin duda, guardaba inefable tristeza.
- Dime quien es él. Se acabó Ana, ya lo sé todo. No pienso continuar contigo.
- ¿De qué hablas? ¿Quién ha dicho eso? Seguramente son ellas… ¿verdad?
-No comprendes que sólo quieren vernos lejos, ¿no lo comprendes? Si me terminas no me vuelves a ver más, si esto se acaba, es todo por tu culpa.
- Ven que te llevo a tu casa…
Ese tipo de llamadas no eran nuevas en su relación, se habían hecho constantes y Martín terminó por convencerse que si el rió suena… es por que Ana realmente le era infiel.
Luego que Ana se fue, Martín volvió a lo suyo con un sentimiento algo extraño, sin embargo evito sus propias opiniones al respecto y siguió con su trabajo.
Mientras tanto, Ana había llegado a casa con un llanto inconsolable, se encerró en su habitación y sólo repetía: Martín es un malvado. Su madre no podía calmarla.
Estaba arreglada. Se veía muy bien; tenía el semblante determinado a no sufrir más y le dijo a su madre que iría a la casa de Joel, un viejo amigo de academia.
Ana salió de casa, con un carácter totalmente distinto. Cerró la puerta tranquilamente, y se escuchó sólo el sonido de sus pasos alejándose.
La madre de Ana, llamó a Martín para saber si el sabia algo de ella. Sólo se hicieron los trámites necesarios con la policía, la buscaron hasta en donde no podía estar. Nunca llego a la casa de su amigo, nunca llamó, nunca se encontró el mínimo rastro de su paradero.
Martín asegura que al terminar con ella. Sentía como si se hubiera quitado una ballena de encima, ahora “siento un vació enorme en medio de cada célula, es como si un pedazo de mí hubiese muerto”.
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