Día 9:
Mi teléfono tiene nueve rajaduras casi invisibles. Estas grietas malditas son capaces de almacenar pequeñas cantidades de agua. Agua que sale de mi cara casi por gravedad. Agua que sale de mis ojos como un pozo lleno de pena que brota porque no hay quien lo aguante.
No hay llamadas, ni perdón ni nada. Sólo queda esperanza y ganas de sentir su voz. Hay arrepentimiento y otra vez esperanza de que los días le hagan entrar en razón y entonces aquella pausa de la que tanto hablaba, sea realmente eso, un recreo que lo que se supone es nuestro amor.
La esperanza me mantiene viva, no hay otra cosa. La esperanza me deja despertar y seguir y el trabajo me permite estar viva el día, pero llegada la noche, reconozco las formas que nunca habia percatado en mi teléfono y por más que lo miro, nada.
Día 57:
Ese sonido es tétrico. Hoy las colas de mis perros chocan con mis cosas en silencio y sin llantos, porque ya no llega él.
Esas colas desesperadas retumban en la mesa de noche y en los bordes de la cama, y el gimoteo de esta noche no anuncia nada, pero el sonido me mantiene en pausa.
Cada tintineo seco de las seis y algo, es una esperanza castigada que se regresa al rincón, decidida a no volverlo a hacer. Cada ladrido es un presagio de que serán días duros en lo que ellos dejarán de anunciar su llegada, o dejarán de ladrar, o dejarán de quizás de dañarme.
Quizás mañana, el ladrido, el sonido finalmente no signifique nada, y cada vez que ellos corran a la puerta, quizás a mi me deje de doler.
Día 129:
Hoy me perdí en los caminos de sus rasgos imperfectos. Limpie el polvo de fotografías y fósiles lacrados que declaraban amor. Hoy limpié el cuarto.
Toqué sus letras sin temor, y rompí pequeñeces en mi decisión de no sentir nada, sin sopor alguno retiré marcos de fotos que guardé con suma nostalgia en un cajón. Como quien entierra resignado un sentimiento. Limpié suciedades de papeles y cosas, y quizás, gracias a Dios, también limpié un poco mi hipotálamo. Quizás esté limpio también mi corazón.
Día 230:
Encontré una carcajada perfecta, manos que me tocan mejor. Encontré besos preciosos que me llenan de sensaciones que no he predicho en mí, que me dan ilusión, que me dan mágia.
Hoy caminé por formas perfectas donde no he caminado, sentí innumerables músculos petrificados de los que ignoro por completo el nombre. Hoy sentí formas que nunca pensé que tendría cerca. Admiré colores que no me habia preocupado en distinguir, abrace tamaños en los que me sentí pequeña, como siempre me quise sentir. Vi descansar el sol en esa piel tersa...
En la tarde me resulto increíble el tamaño de esos brazos, los sabores de esos gestos, las palabra risueñas, los alagos, los besos, las caricias… y en medio de las horas donde se desarrolló semejante situación perfecta, extrañe un minuto sus defectos y esos 60 segundos involuntarios… se hicieron mierda en mi corazón.
Sin embargo, nada que no se limpie con voluntad, y profunda decisión, así que me concentré nuevamente en esas formas perfectas, en ese cuello, en ese olor…
Día 280:
Estoy segura de estar nuevamente enamorada. Vamos, los gestos no surgen como los de él, pero quizás solo es cuestión de esfuerzo. Nada que no solucione quizás un poco de tiempo, tiempo juntos del que carecemos, confianzas que no tenemos, parientes que no conocemos… ¡pero estoy enamorada! Lo sé, lo quiero, ¡es posible! Lo es.
Día 356:
Hoy volví a tener puerta. Claro que él no lo sabe, pero los cuatro cachorros se la comieron entera. Hoy volví a abrir la puerta. Cuando la abrí no pude evitar extrañar su cuerpo tendido en la cama, sus medias blancas, ese jean celeste horrible, esa basta arrastrada, su barba marrón sin forma, su cabello siempre limpio sobre la almohada que ya hoy no huele a nada.
Y también hizo falta su torso sin estación desnudo, lleno de pelos que hoy considero preciosos. Su cuerpo atemporal cálido siempre y sin frio. Un cuerpo que hoy falta. Un sueño que no duerme en esa cama. Sentí vacío sin llanto de un ser que quien sabe que siente hoy. Sentí su ausencia, ahora sí.
Día 369:
Soñé después de mucho con él. Como no lo soñé desde que se terminó todo. Soñé que me pedía, soñé que le hacia falta, lo sentí tocarme, lo sentí quererme, lo sentí hasta que sonó el celular y el chofer decidió rescatarme del sueño. Allí, ya no lo sentí. El piso frío me hizo retroceder y reconozco que es tarde, ya llevo incrustado un poco de el. Es injusto...
Día sin número (porque ya no se cuenta)
Curada, dicen mis amigas. Si, ahora tengo una cantidad más grande de féminas a mi lado, apoyándome, dándome ánimo. Ya hasta me canse de las noches locas, de los colchones extraños, de los amores mensuales, de la esperanza rota. Gracias a Alá no espero nada... Lo más importante soy yo. Y que una se encarga de amarse y cuando una se ama nos permite ser nuevamente amada. Y me advierten las féminas que vendrán señales de vida del pasado, quizás llamadas, quizás mensajes, quizás... pero de que vendrá, vendrá... y allí sabremos si el nuevo amor es verdadero, o no es brioso como lo fue el dolor.
Un día.
(Después del mensaje) Me quedo con el amor que sí es amor.
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