CONOCIENDO AL POETA
Yo siempre tuve un sueño. Mi madre no entendía mucho el por qué me gustaba tanto Silvio Fernández, pero si entendía que soñaba día y noche con conocerlo. Que cada frase suya me hacia libre.
Una mañana, luego del desayuno, me alistó con mi ropita de fiesta y me sacó de la casa en dirección desconocida. En el camino me contó que iríamos a un conocido hotel llamado Canterac y llegamos casi a la hora de almuerzo.
Finalmente la fila avanzó y al terminar estaba Silvio Fernández. Por fin. Yo que me moría por verlo y él se había muerto. Estaba bajo el típico vidrio frío. Tenía el rostro pálido y cara de calma. Había escrito su ultimo verso. Se veía casi tierno y ajeno a todo. El poeta había muerto, pero sería eterno.
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