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CUANDO AL FIN LO CONOCÍ

CONOCIENDO AL POETA




Yo siempre tuve un sueño. Mi madre no entendía mucho el por qué me gustaba tanto Silvio Fernández, pero si entendía que soñaba día y noche con conocerlo. Que cada frase suya me hacia libre. 

Una mañana, luego del desayuno, me alistó con mi ropita de fiesta y me sacó de la casa en dirección desconocida. En el camino me contó que iríamos a un conocido hotel llamado Canterac y llegamos casi a la hora de almuerzo.

El hotel era enorme y bello, las luces eran bajas y una fila interminable de personas llegaba hasta la escalera principal. Nadie circulaba por aquella escalera dorada, salvo una especie de mozos que repartían aperitivos. Grandes señoras esperaban en aquella escalera, mezcladas con hombres simples y pobres. Era un cuadro extraño.

Finalmente la fila avanzó y al terminar estaba Silvio Fernández. Por fin. Yo que me moría por verlo y él se había muerto. Estaba bajo el típico vidrio frío. Tenía el rostro pálido y cara de calma. Había escrito su ultimo verso. Se veía casi tierno y ajeno a todo. El poeta había muerto, pero sería eterno.

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Cuéntame tu historia para morir antes de dormirme, llámame con otro normbre para olvidarme tu palabra ... es tu pie cansado... ...el que no permite pararme... el que no hace gloría, no juega, ni camina. Déjame jugar con las hojas del manzano y cuando juegue... vísteme de mujer si me quieres decir niña Permitete crinar mi lacio cuando salga limpia de la tina. Preocupate por mí, indaga en mis zapatos; ya que tengo descalzo el trato que hizo tu alma, con la pobre mia. Rézame que soy la santa no me mires, que no soy estampa ¡viveme! ...por que aún estoy viva... Estás a un paso de mi calma y no te atreves a pasar, déjame nadar en tu adrenalina... Recuéstate en la tosquedad de mi cama ¡piedad! Acaricia mi pensamiento. Extrañame mientras duermo, hazme joya si soy porqueria odiame si esta vez me alejo... 8-02-06 1:25

SIN ELLA

Hace falta el “ya no empieces”. Es mi culpa si me duermo tarde y no despierto. Ya nadie cuida mi aliento Ya no hay madre, porque simplemente no hay Y lo siento Porque ya no está Ha muerto Ya no hay comida fría de la que reniegue. Ya no buscan mis momentos los placeres, Ya mis pecas se quedaron en el espejo Ya desapareció el eco del bochinche de mis guerras. Ya se quedaron cortan mis cuerdas ya no hay “hora que regreses”. Ya no hay indiscreciones Ni esfuerzos de vergüenza Ya no hay orgullo, ni pena, ni correcciones Hoy duermo más sola, Que cuando dejé de dormir con ella Porque ella no estará en la mesa Ni en las reparticiones Ni estará cuando yo regrese.

VIOLENCIA CONSENTIDA

Al finalizar el problema, la víctima no me daba pena, sino vergüenza. Salía de mi casa con un amigo en buscar algo de alcohol para variar. Era viernes por la noche, de las primeras vacaciones después de tres años. Íbamos lentos y misios cuando un chillido nos cerró el paso en la calle y nos sacó de cuadro. Era un wolsvagen amarillento que zigzagueaba en la pista de una manera más que irresponsable. Para amenizar el cuadro, además del sonido irritante, se escucharon alaridos preocupantes que salían del auto. En medio del stand up masivo, una de las puertas del auto se abrió y medio torso de una mujer desafiaba la gravedad e intentaba a todas cuentas salir del auto en movimiento mientras pedía ayuda a gritos. Seguí caminando en compañía de toda la gente, “caleta no más” aceleraron todos el paso. De pronto el auto amarillo se estacionó bruscamente a un lado de la pista. De el se bajo una flaquita de unos 25 años quién corrió hacia cualquier lado como quien huye del diablo. ...