Al finalizar el problema, la víctima no me daba pena, sino vergüenza. Salía de mi casa con un amigo en buscar algo de alcohol para variar. Era viernes por la noche, de las primeras vacaciones después de tres años. Íbamos lentos y misios cuando un chillido nos cerró el paso en la calle y nos sacó de cuadro.
Era un wolsvagen amarillento que zigzagueaba en la pista de una manera más que irresponsable. Para amenizar el cuadro, además del sonido irritante, se escucharon alaridos preocupantes que salían del auto. En medio del stand up masivo, una de las puertas del auto se abrió y medio torso de una mujer desafiaba la gravedad e intentaba a todas cuentas salir del auto en movimiento mientras pedía ayuda a gritos.
Seguí caminando en compañía de toda la gente, “caleta no más” aceleraron todos el paso. De pronto el auto amarillo se estacionó bruscamente a un lado de la pista. De el se bajo una flaquita de unos 25 años quién corrió hacia cualquier lado como quien huye del diablo.
No pasó ni medio segundo cuando atrás de ella, salió el diablo, corriendo y sin polo, directo buscarla. Me imaginé que este individuo iría a tranquilizarla, quizás a besarla y sacar del cuadro histérico en el que estaba la pobre chica.
En vez de eso, el animal este, sostuvo su peso en las piernas, estiro el brazo y le metió tremendo cachetadón a la tipa, como si estuviera en la final de un mundial de Tenis y juzgar por la comodidad y pericia de sus movimientos, es obvio que no era la primera vez que lo hacía. Ella cayó a la vereda, perdió uno de los zapatos y luego se peinó con las manos, -como para estar linda, pese a todo, siempre linda-.
El hombre, al darse cuenta que mucha gente lo miraba, sostuvo con cariñito el cabello de la chica que aún permanecía en el piso, entonces la alzo, del cabello, como quien le levanta el alma y a ella no le que quedó otra que reincorporarse a pesar del dolor que evidentemente estaba sintiendo.
Frente a nosotros había un restaurante bastante conocido. Un vecino observaba impactado a mi lado y yo buscaba un bendito celular para llamar al serenazgo, la policía, las Fuerzas Armadas, los Power Rangers, o quien fuera que nos pudiera ayudar a controlar la situación. Mientras tanto yo le pedía desesperadamente a mi amigo que hiciera algo y él, lógicamente repetía: “yo no puedo hacer nada”.
Es increíble como en situaciones semejantes nadie es digno de ofrecer su celular para llamar a la policía. Para ese entonces ya otro auto con algunos jóvenes se había estacionado cerca del caos mientras intentavan también llamar por telefóno.
De pronto, como si llegara supermán, apareció un hombre que vestía un polo de color verde y unos shorts, que además guarnecía su atuendo con un largo y consistente palo de escoba, que, sin pensarlo dos veces, estrelló contra el desgraciado que aun seguía cacheteando a la pobrecita mujer que ya tenia la epidermis roja.
De pronto, como si llegara supermán, apareció un hombre que vestía un polo de color verde y unos shorts, que además guarnecía su atuendo con un largo y consistente palo de escoba, que, sin pensarlo dos veces, estrelló contra el desgraciado que aun seguía cacheteando a la pobrecita mujer que ya tenia la epidermis roja.
En medio de la situación la mujer alzó la cara para poder indagar por que el energúmeno de su pareja había dejado de golpearla y entonces infló el pecho, miró a nuestro héroe de polo verde de manera decidida y rotunda dijo: “Oye imbécil con el no te metas...”. Se escucho la respiración contenida de todos.
Todo mundo creyó escuchar mal hasta que repitió: “Oye animal, no le pegues a mi enamorado”. Entonces, el morbo de todos, que había pasado a ser preocupación ahora era lastima, pena y cólera.
El tipo de verde, rompió todos los vidrios del auto y además de ceja, el labio, y quizás ocasionó alguna que otra lesión al maldito. Nada justifica la violencia. Nadie debería llegar a ese punto. Aunque al principio solo pensaba que debíamos hacer unas cuantas polladas para comprarle un poco de dignidad a la flaquita, me imaginaba al mismo tiempo la terrible manipulación y estaba mental en el qué estaría inmersa para permitir tanto.
Como si todo esto no fuera poco, luego de la media hora apareció un motorizado. Sí, era la Policía , la autoridad, el orden. Entonces empezó a analizar la escena. Mi amigo se encargo de ponerlo al tanto de la situación informándole que la chica había sigo agredida por su pareja. Entonces la joven apareció y muy indignada dijo: ”Un loco de polo verde vino a pegarle a mi enamorado”.
No sé si todos los presentes, pero yo no sabía si reírme o morderla. Ya para esto, las mujeres que estaban en el otro auto, le gritaban mil groserías, con justa razón, y una señora que comía en el restaurante, salió del local especialmente para decirle a la mujercita que era una “cojuda”. No puedo resaltar que parte de la historia es la más indignante, pues toda en conjunto lo es. El desgraciado seguía golpeando a la tipa en frente del policía, mientras le echaba la culpa de lo sucedido. No conozco las medidas que debe tomar la policía en estos casos, pero ¿no era obvio que debía llevárselo, esposarlo, o algo así?. Se supone que están preparados para lidiar con delincuentes, ponerle el pecho a la bala, rescatar gatitos de los árboles, (creo que esos son los bomberos), ¿y no era capaz de esposar a un hijo de nadie por violento?
El hombre subió a su auto, la tipa estaba a punto de subirse también pero se quedó parada con la puerta abierta mientras discutía con el motorizado y con su pareja. Para sazonar la situación, el hombre que se supone debe quererla y cuidarla, retrocedió raudamente de tal manera que arrastró con la puerta abierta del auto a la pobre tonta que estaba con el, hasta que ella cayó y fue golpeada bruscamente. Ella permaneció desplomada en el piso, mientras el policía le sostenía la mano para que no siguiera siendo arrastrada por el auto. Todo dejó de parecer tan ridículo, las cosas entonces se pusieron más que sólo tontas, ¿qué tendría ese hombre en el cerebro? ¿por qué ella lo seguía defendiendo? ¿qué tipo de aire respiraría ella para aguantar eso?. La señora que antes le había dicho de todo, corrió junto a mi a ver cómo estaba ella. Hasta que se levanto y le pidió a su enamorado que la llevara al hospital, y él infló el pecho, subió al auto puso primera y arrancó en dirección desconocida sin ella, claro.
Todos tuvimos que pedirle al policía que apuntara la placa. El no sabia que hacer. Nadie comprendía, si lo que acababa de ocurrir no era suficiente razón para detenerlo… ¿estaban esperando que ella aparezca muerta? Pienso que ese tipo de personas no pueden defenderse solas, no están conscientes de que tienen un serio problema. No se aman.
Al fin se oyó una sirena a lo lejos que rápidamente fue tras en wolsvagen, el policía permanecía atento a las declaraciones de los presente en la compañía de otros dos motorizados que llegaron junto con la patrulla. Me iba retirando con todos estos pensamientos, cuando escuche que ella preguntaba. “Señor, ¿a mi enamorado ya lo llevaron al hospital?”…
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